ENVIADOS A SER MISIONEROS

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ENVIADOS A SER MISIONEROS

Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Palabra del Señor

ENVIADOS A SER TESTIGOS

Después de celebrar los cuarenta días de tiempo pascual, llegamos ahora a la solemnidad  de la Ascensión de Señor.  Hemos tenido tiempo para entrar en el misterio de la resurrección de Jesús, para creer en verdad de que está vivo.  El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo.  Nosotros igual que los discípulos necesitamos un tiempo necesario para convencernos de la resurrección de Jesús y para poder ser testigo de su amor.

El domingo de Resurrección celebramos la victoria de Jesús sobre la muerte; en la fiesta de la Ascensión celebramos su triunfo definitivo. Las lecturas de hoy  recurren a imágenes muy distintas para explicar este triunfo. Lucas, en el libro de los Hechos, presenta el triunfo como subida al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el evangelio, como la plenitud del poder.

Hoy celebramos el triunfo definitivo de Jesús. Pero no se trata de un triunfo para quedarnos embobados mirando al cielo, sino para ponernos manos a la obra en continuar la misión de Jesús. Jesús ha venido para revelarnos el auténtico rostro de Dios  al que podemos llamar Padre. Este Padre amoroso que quiere el bien de todos sus hijos. Con palabras y obras  Jesús manifestó la grandeza del amor de Dios. Nuestro Dios no es un dios que está lejos ahí arriba, sino un Dios cercanos que acompaña  a sus hijos en el camino que le conduce hacía la plenitud de vida junto a Él.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Esta es la promesa de Jesús a sus discípulos. Él se fue pero para poder quedarse junto a nosotros para siempre. Su partida posibilita una nueva presencia a través de su Espíritu. El Espíritu Santo que recibimos como regalo en el día de Pentecostés que celebraremos en el próximo domingo.

“Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo” dijo Jesús en el libro de los Hechos de los apóstoles. Hoy Jesús nos vuelve a recordar sobre la  misión que nos ha encomendado desde el día de nuestro bautismo. La misión de vivir como auténticos discípulos y ayudar a otros a recorrer el mismo camino de seguimiento. “Id y haced discípulos de todos los pueblos”.

La Ascensión de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

El mundo necesita la presencia de Dios, su fuerza transformadora. Y somos enviados para ser testigos de su presencia, de su amor. Nosotros  somos  las  manos de Jesús para construir un mundo nuevo de fraternidad, libertad y justicia. Somos sus labios para anunciar a pobres y marginados la buena noticia de la libertad y la abundancia. Somos sus pies para acudir al lado de las personas que necesitan gestos de ánimo y palabras de esperanza.

La misión de Jesús debe continuar. Esto solo es posible si todos aceptamos la llamada de ser misioneros. No va a ser una tarea sencilla, pero contamos con la presencia  y la fuerza de Jesús: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.

En este mes de mayo, pedimos a María, la Virgen del Alba, que nos acompañe en esta misión de ser testigos del amor de Dios en el mundo.

¡SALID, AMIGOS Y AMIGAS

¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Vosotros sois mis testigos en medio del mundo.

¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Sed expresión de la ternura del Dios de la vida.

Ternura en vuestro rostro,
ternura en vuestros ojos,
ternura en vuestra sonrisa,
ternura en vuestras palabras,
ternura en vuestras obras,
ternura en vuestra lucha.

¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Os esperan fuera ciudadanos y vecinos.

Vosotros sois mis manos
para construir un mundo nuevo
de fraternidad, libertad y justicia.

Vosotros sois mis labios
para anunciar a pobres y marginados
la buena noticia de la libertad y la abundancia.

Vosotros sois mis pies
para acudir al lado de las personas
que necesitan gestos de ánimo y palabras de bien.

Vosotros sois mi pasión
para hacerme creíble en vuestras casas y ciudades
y lograr que niños y adultos vivan como hermanos.

Vosotros sois mi avanzadilla
para lograr la primavera del Reino
y ofrecer las primicias a los que más lo necesitan.

¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Derramad por doquier ternura y vida.

¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Mirad toda esa multitud que os espera.

Marchad con alegría.
¡Yo os acompaño todos los días!

(Florentino Ulibarri)

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