Domingo 4º de Pascua

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Domingo 4º de Pascua

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Palabra del Señor

 

PASTOR DE TU PUEBLO

Pastor de tu pueblo,
Tú nos guiaste por mesetas montes y cañadas,
con paciencia, ternura y sabiduría,
como los viejos pastores guían sus rebaños.

Hoy estamos desorientados y sin sueños.
¿Por qué no vienes a estar con nosotros un rato?
¿Por qué no nos sacas de estos apriscos vanos?
¿Por qué sigues sentado en tu trono de nubes?

Andamos errantes por campos agostados
sorbiendo el polvo y nuestro llanto;
nos flaquean el ánimo y las fuerza
y no encontramos un lugar de descanso.

Hemos perdido el horizonte que nos señalaste
y somos víctimas de nuestros miedos,
de nuestros anhelos frustrados en el camino,
de nuestros egoísmos y laberintos diarios.

Pero somos los mismos que sacaste de la esclavitud,
que guiaste y acompañaste por el desierto
y después invitaste a vivir en todos los rincones
y países que tú amas, cuidas y mantienes.

Crecimos como las estrellas del cielo.
Llegamos hasta los confines de la tierra.
Nos hicimos presentes en todos los continentes,
y ahora estamos aletargados, encogidos, con miedo.

Nos dijiste que éramos tu rebaño escogido,
tu pueblo, tu iglesia, tus hermanos…,
y nos hemos convertido en el cachondeo diario
de quienes caminan a nuestro lado.

Tú, que eres buen pastor, con entrañas y corazón…
Tú, que conoces a los tuyos por su nombre…
Tú, que los defiendes de lobos y otros peligros…
Tú, que prometiste darnos vida siempre…

¡Sílbanos tus alegres canciones que motivan,
llévanos por tus caminos preferidos,
condúcenos a los pastos que alimentan
y a las fuentes refrescantes que Tú conoces.

¡Muéstranos tu rostro alegre y luminoso,
como el sol nos ofrece generoso el suyo!
¡Guíanos, en estos tiempos de duda e incertidumbre,
con paciencia, ternura y sabiduría!

¡Reúnenos,
cúranos,
defiéndenos
y danos tu Espíritu!

Florentino Ulibarri

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